Para morir de amor, hay que tener tiempo


Prisa: Prontitud y rapidez con que sucede o se ejecuta algo. Necesidad o deseo de ejecutar algo con urgencia (RAE)

 “La rapidez, que es una virtud engendra un vicio, que es la prisa” (Gregorio Marañón)


Septiembre, como enero, es un mes para volver a empezar, para volver a construir, volver a conquistar, volver a dar, volver a recibir, volver a reír, volver a llorar, volver a querer, volver a vivir,… es también el mes idóneo para emprender nuevos proyectos con entusiasmo (este blog nació el septiembre pasado), para hacer nuevos propósitos y para plantearse incorporar nuevos hábitos en nuestra vida.
Casi siempre creemos que podríamos aprovechar más el tiempo, hacer más cosas, llegar más lejos y, casi siempre también, utilizamos una de nuestras frases preferidas: “no tengo tiempo”. Vamos con prisa porque creemos que corriendo llegaremos mejor, olvidándonos de que la prisa arrastra y nos hace sentir mal. “Estamos tan preocupados por llegar pronto a nuestro destino, que nos olvidamos de mirar y disfrutar el paisaje” (Eclesiastés, capitulo 3).
En realidad, vivimos distraídos. A veces, por esas prisas, eliminamos actividades gratificantes, momentos que podrían ser preciosos, sustituyéndolos por actividades que no nos llevan a ningún sitio. Quiero parar un momentito aquí (“El tiempo de la reflexión es una economía de tiempo” (Publio Siro)), porque en las últimas semanas no dejan de aparecer estudios con datos escalofriantes que merecen que reflexionemos: prestigiosos investigadores estiman que algunas personas miran el móvil, concretamente Whatsapp, al menos 150 veces diarias para comprobar si tienen un mensaje; afirman, de forma taxativa, que las personas que son incapaces de estar sin su móvil tan sólo seis minutos manifiestan síntomas de una clara dependencia y describen algunos síntomas inequívocos de esta adicción como estar pendiente de recibir nuevos mensajes, comprobar constantemente las notificaciones, mirar la aplicación lo último al acostarse y lo primero al levantarse, hacerlo incluso de madrugada, comprobar quién está en línea, cuándo ha sido la última conexión de sus contactos, repasar sus estados o sus fotos, responder a los mensajes de forma inmediata y hacerlo con independencia de estar en casa, en el trabajo, en el cine o de paseo.
Hay un anuncio con un mensaje estupendo que dice: ¿Vives la vida o la whatsappeas?. Creo que todos hemos estado cerca de personas que cenan con el móvil al lado de la servilleta pendientes de si llega un mensaje o parejas o familias que no hablan entre sí porque están tuiteando. El uso irracional de esta aplicación como herramienta de control de personas y la dependencia constante se ha convertido en un grave problema sobre el que se están aplicando terapias de abstinencia que no resultan fáciles porque esta enfermedad se produce en personas con características que las hace proclives a ella como baja autoestima, inestabilidad emocional, rechazo de su realidad y necesidad de inventarse otra vida, con ansiedad o con miedo a las relaciones cara a cara. ¿Cuánto tiempo malgastamos en ello?
La vida es única y lo es porque el tiempo no se repite, porque no hay una próxima vez, una segunda oportunidad, es ahora o nunca y así es cómo tendríamos que intentar gestionar nuestro tiempo, siendo conscientes de que cada instante es único, mágico y de que tenemos que disfrutar cada segundo. “Por muy lentamente que os parezca que pasan las horas, os parecerán cortas si pensáis que nunca más han de volver a pasar” (Aldous Huxley).
Existen muchos métodos de gestión del tiempo, herramientas que nos ayudan a organizarnos mejor y a corregir malos hábitos que son comunes. Os invito a navegar por la página de Berto PenaThinkwasabi con mucha información sobre productividad personal o en la de Getting done things uno de los métodos de gestión del tiempo más extendidos en el mundo o en la de Pomodoro Technique  un método de administración del tiempo desarrollado por Francesco Cirillo.
La clave está en aprender a priorizar y, para ello, lo mejor es tener claros nuestros valores porque cuánto más los ignoramos peor nos sentimos. El orden también es imprescindible para optimizar nuestro rendimiento, recordando que toda actividad necesita de preparación, desarrollo y recogida. Tener en cuenta estas tres fases es fundamental en la planificación; así como considerar la posibilidad de que aparezcan imprevistos. No olvidemos que no existe la perfección, así que no nos obsesionemos con ella.
Otro punto esencial, aprender a decir no, a marcar distancia, que los demás nos pidan algo, no significa que estemos obligados a hacerlo. Decir no nos ayuda a enfrentarnos a los ladrones de tiempo, cada uno tenemos que identificar los nuestros (interrupciones, urgencias, distracciones y también personas), descubrir quién o qué nos hace perder el tiempo no debería ser difícil “Cuida los minutos, pues las horas ya cuidarán de sí mismas” (Philip D. Stanhope).
Trabajemos con objetivos que nos ilusionen, aceptemos los contratiempos, pongamos límites y reservemos tiempo personal y familiar a diario (nos sentimos mucho mejor cuando atendemos nuestras necesidades personales y familiares) y hacerlo todo con atención plena, concentrándose, metiéndose de lleno en el momento, con los cinco sentidos, al 100%,…los instantes no vuelven.

El regalo de este post: un cuento,  El leñador que no afiló su hacha
El segundo: la recomendación de una novela de Michael Ende, Momo, que trata sobre el concepto del tiempo y cómo lo usamos y que tiene perlas cómo ésta: “Existe una cosa misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo”.
Vivamos cada instante, sin prisa…“Para morir de amor, hay que tener tiempo” André Maurois.
Todos los besos